miércoles, 12 de febrero de 2014

BILL RUSSELL 80 AÑOS DE ´ EL SEÑOR DE LOS ANILLO ´


Dos años separan la primera edición de 'El Señor de los Anillos' de Tolkien, publicado por primera vez en el Reino Unido en 1954, del debut de Bill Russell en la NBA. Sin embargo, si el genio literario de Tolkien hubiera sabido de la existencia del gigante de ébano antes de terminar de escribir su primera versión, allá por el año 1949, seguramente se habría inspirado en él a la hora de crear en su mente la figura del maléfico Sauron.


Nadie mejor que Russell para personificar al malvado creador de los anillos de poder. Porque si Chamberlain era Frodo y el resto de la Liga le acompañaban en la comunidad para conquistar la ansiada joya, Russell y sus Celtics encarnaron al 'maia' y a su ejército de Mordor contra cuyas puertas negras (en este caso verdes) chocaban hombres y elfos en su intento por destruir el anillo único que les gobernaba a todos. Una aventura épica que durante 13 volúmenes siempre caía del lado del señor oscuro.


Ese Sauron de carne y hueso dominó con puño de hierro la NBA durante dos décadas. Desde su atalaya defendía su trono con fiereza y crueldad hasta convertirse en el auténtico señor de los anillos, como demuestran las 11 joyas que engalanan sus 10 dedos en un hito histórico. Algo que nadie más ha conseguido sobre el parquet y que sólo Phil Jackson ha conseguido superar, aunque en su caso fuera sentado en el banquillo.

Y si el exitoso libro del literato sudafricano cumple ahora 60 años de su primera edición, el mayor tirano de la NBA sopla 80 velas mientras observa desde su butaca, tranquilo y con el ojo clínico que dan los años, todo lo que sucede en el deporte que durante tanto tiempo gobernó. Una vida que, como la obra de Tolkien, necesitaría una trilogía para ser contada y, por ello, de antemano pido disculpas por todos los detalles que pueda obviar.

Russell prontó forjó su carácter batallador y desde su más tierna infancia tuvo que aprender a luchar ya no para ganarse el respeto de ningún rival, sino para sobrevivir en una sociedad que todavía no aceptaba completamente a los de su color de piel. El pequeño gigante nació en West Monroe, Virginia. Una pequeña localidad en la que el racismo y la segregación marcaban el día a día y donde un joven Russell comprendió que tenía que pelear por el respeto de aquellos a los que él sí consideraba iguales.

Dos incidentes de tinte racial sufridos por sus padres (su padre fue apuntado con un arma para que esperara a ser atendido en una gasolinera hasta que pasaran todos los clientes blancos del día, mientras que su madre tuvo que desnudarse en plena calle por llevar ropa considerada blanca) hicieron que Charles y Katie siguieran los mismos pasos que miles de afroamericanos durante la II Guerra Mundial y se trasladaran a Oakland, California, donde Bill sufriría una tragedia que marcaría el resto de su vida.

Cuando aquel niño, que pasó gran parte de su infancia entre hogares de acogida dada la situación de pobreza de su familia, llegó a los 12 años su madre, Katie, falleció dejando al joven William Felton junto a un padre al que no había estado muy unido. El cabeza de familia, Charles, dejó su camión aparcado y comenzó a trabajar en una siderurgia local de Oakland para estar más cerca de aquel niño más bien torpón, pero que comenzaba a destacar por unas medidas fuera de lo común.

Sin embargo, aquel gigante no destacó en su niñez por mostrar grandes habilidades en un mundo, el de la canasta, que apenas le atraía ni entendía. Todo lo contrario al del atletismo, donde Russell sobresalía corriendo y en los concursos de salto gracias a sus kilométricas piernas. De todas formas, William apuntaba muy alto con un físico llamado para el deporte de la canasta. Un tamaño que pronto le convertiría para mejorar, aunque no para sobresalir.